Los colores de las aguas frescas eran más que un símbolo de patriotismo: Las verdes de pepino, las blancas de horchata y las rojas de jamaica brillaban tras el recipiente, como emulando a nuestra bandera y a la unidad, en la noche más mexicana del año; pero ninguna muestra de nacionalismo valdría la pena si no se llevara a la práctica, y el alcalde Temo Balderas lo tuvo claro.
A la emotividad del Grito de Independencia y el colorido de la pirotecnia en Aquismón, el presidente municipal sumó lo inédito: Compartir el convite nocturno con los asistentes al evento, quienes tomaron su lugar mientras Balderas Yáñez y sus auxiliares se aprestaban a poner en manos de los comensales los sabrosos tamales, que degustarían acompañados por las aguas de sabores.
“Ya luego nos vamos al baile a quemar las calorías de los tamalitos, pero mientras pásenle a comer todos”: Invitó el gobernante local, quien ha vuelto costumbre atender al tiempo que se bolea sus botines color miel en la plaza, recibir a los peticionarios en pleno domingo en el patio de su casa, o hacer una pausa en la atención ciudadana para irse todos a comer juntos unas enchiladitas de Aquismón en plena mesa del Salón de Cabildo.
Peculiares iniciativas como ésta, han tenido su propia repercusión en el fomento a la economía local, pues fueron mujeres aquismonenses los proveedoras de las decenas de tamales que se degustaron, entre la algarabía y el agradecimiento de la gente, para la que no pasó desapercibida el detalle y se acercaron a mostrar el reconocimiento y la admiración a Temo Balderas.
Atrás quedaron los tiempos en donde los banquetes caros y especiales de la Noche del Grito eran servidos por elegantes meseros contratos exprofeso para una concurrencia selecta y muy exclusiva, tras puertas cerradas resguardadas por guaruras, en un ambiente de vajillas finas y perfumes costosos, y donde el roce con el pueblo solo era para las fotos en el periódico.